Entrevista Alfonso Ortiz

Gran maestro.

Alfonso, ¿cuándo entraste a trabajar en La Farga? ¿Qué tipo de colegio te encontraste?

Empecé en septiembre del 69; ese año me casé con La Farga y con mi mujer. Era un colegio pequeño; ciento y pocos alumnos, creo 128; los profesores éramos 12, con Fausto Gallego al frente. Los de 1º de bachillerato, once o doce años, eran los mayores; hoy día con sesenta y pocos años, son abuelos. Muchos de ellos mantienen una gran y muy bonita amistad.

¿Qué recuerdos te llevas de La Farga? ¿Alguna anécdota en especial que te acuerdes ahora mismo y que te haya marcado?

 Me llevo muchísimos recuerdos. La Farga ha sido mi vida; ahí he estado de joven a muy mayor. De jugar al fútbol con los alumnos a mirarlos con nostalgia. Recuerdo muchos momentos muy bonitos de padres, de chicos, de profesores, de fiestas de cenas de Navidad, de clases, de tutorías.

La enseñanza es un paisaje y difícil de describir, pero lleno de cariño y poesía. Es una pena, que envueltos en el fragor del día a día, algunas veces no los sepamos paladear.  

Has dado clase a muchos alumnos y te recordamos con mucho cariño, tus consejos, tu serenidad, etc.. pero los alumnos de ahora no te conocen; ¿qué les dirías a los alumnos de La Farga sobre su paso por el colegio?

Les diría que el estudiar muchas veces es duro pero que tiene sus compensaciones. Es esfuerzo, puerta estrecha, nos lleva a una plaza de luz, y merece la pena sacrificarse para llegar ahí. Desde la atalaya de mis años, les diría que no hay nada en esta vida que no esté regido por la ley del esfuerzo; y poner este esfuerzo al servicio de una escala de valores, seria y justa, que el colegio os intenta dar, os hará personas valiosas para los demás.

¿Qué opinas actualmente de la profesión de docente? ¿Qué consejos nos darías a los que somos profesores? ¿Si pudieras volver atrás, volverías a ser profesor?

Volvería a dedicarme a la enseñanza si volviera. Estoy convencido que el gran problema de la sociedad actual es carecer de una educación profunda, de la de verdad; donde impere el porqué de las cosas, el sentido crítico, la bondad (no la tontuna), y un respeto maravilloso de las cosas y a las personas; el que no respeta las cosas, acaba no respetando a las personas.

La tarea de los profesores es fundamental, aunque alguna vez, en vez de dar clase pondrías un puesto de pipas a la puerta del colegio, pero no hay que desanimarse. Mi padre que fue maestro 45 años y un maestro ejemplar decía que una mirada de agradecimiento de un alumno, era la mejor paga que te podían dar. Merece la pena la empresa, el tiempo os lo dirá.


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